4.18.2017

Los gringos o gringas en Latinoamérica


Los cuerpos deseados de las gringas

Drina Ergueta


Ser "gringa” en un país como el nuestro tiene varias ventajas relacionadas con valores socioeconómicos étnico-raciales, no hay duda de ello; pero, paradójicamente, también conlleva dificultades originadas por estereotipos y prejuicios que pueden convertirse en tragedia cuando se añade al machismo, que ve esos cuerpos "diferentes” como algo para poseer por las buenas o por las malas.

Por una parte, a una persona "gringa”, hombre o mujer (y se entiende como tal que es de origen norteamericano o europeo e inclusive podría ser de oriente medio o algún japonés, no chino ni africano, menos sudamericano), se le suelen abrir muy fácilmente las puertas del país, de los puestos de trabajo, de nuestras casas y corazones. Por humilde que sea su clase social, se le coloca directamente en nuestra clase alta o media alta. Siempre será lo suficientemente instruida y, si no sabe comportarse según nuestras costumbres, se le perdona porque es gringa. Además, esta persona siempre es guapa, aunque en su tierra tenga poco éxito en conquistas.

Son cuerpos deseados desde un sentimiento de complejo porque las características caucásicas (comúnmente blancos) y sus parecidos representan el poder, la riqueza y la belleza a nivel global.  Hay quien desea ser así y, si no, al menos tenerlos cerca, que sean "de los míos” o "yo voy con ellos” y "soy como ellos”. En fin, que se les quiere y ellos se dejan querer, ¿quién no lo haría?
La tortilla se vuelca cuando el deseo va más allá y las mujeres extranjeras son a veces acosadas sexualmente sólo por sus características raciales blancas.

Regularmente se conoce algún caso de alguna extranjera violada en una ciudad o población turística de Bolivia, pocas veces se sabe cómo acaba el asunto. Seguramente hay muchos casos que no se llegan a conocer siquiera. 

Una extranjera tiene un nivel de vulnerabilidad alto, especialmente si es turista y se le nota, ya que no cuenta con un entorno familiar, de amistades e influencias que le den resguardo o que la apoyen y la defiendan si le pasa algo. Una turista tiene los días de visita contados y es muy probable que también lo sea su presupuesto destinado al viaje, debe irse.

El resarcimiento para un ataque de este tipo implica tiempo y recursos, la justicia tarda y cuesta, y no siempre llega, eso lo saben los violadores y se sienten confiados y seguros: ella no denunciará, y si lo hace no hará seguimiento, es cuestión de tiempo para que desista. Pero a veces se llevan alguna sorpresa: es el último caso ocurrido en Samaipata.

Sobre una gringa pesan también estereotipos y prejuicios machistas: son mujeres liberadas, dicen, lo que se traduce en "libertinas” para una sociedad conservadora, y disponibles para usar y tirar para una mentalidad machista.

"Las turistas son unas hippies drogadictas que viajan solas y no usan siquiera sostén, luego alegan que no provocan”, dirán unos cuantos.

Quien viola a una turista seguramente violaría igualmente a una mujer local, pero es posible que la gringa tenga ese gusto de lo distinto, que apetece probar y después presumir.

Tanto la turista como una boliviana son "simples mujeres, algo para divertirse un rato. No es para tanto, mucho menos 25 años de prisión”, dirán los sentenciados José Enrique Montenegro Coro, Luis Flores Alpire y Carlos Flores Cámara y, también, algunos vecinos del pueblo de Samaipata que aún los defienden y no ven que ellos cometieron un delito muy grave en la violación de Renee Gurley.

Gurley se sobrepuso a la tragedia y dio lucha en los juzgados y venció, tuvo el apoyo de las redes sociales y de ese entorno que supo crearse. Los atacantes, también con relaciones, no pudieron librarse. Muy bien por Gurley y por la ley, ojalá todas las mujeres violadas recibieran justicia con apoyos o no, sean gringas o morenitas.

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